Cuento en la posición del narrador

 

LA HISTORIA DE MINCE

 
Esta es la historia de un cocodrilo del zoo de Hoboken (ciudad del estado de New Jersey), llamado Zooboken. El cocodrilo se llamaba Mince. Él estaba muy cansado de aquella vida. Todo el día en un pequeño lago, tumbado, sin hacer nada, soportando que la gente diese golpes en el cristal para despertarle, etc... Todo en su vida era un desastre: lo único que hacía todo el día era despertarse y tumbarse hasta la hora de comer, y después hacía lo mismo hasta la hora de cenar. Los empleados del zoo lo miraban con compasión, pero no hacían nada para sacarle de allí. Él quería vivir una vida cargada de emociones, por el Amazonas, con los demás cocodrilos, cazar, descansar en el río, alguna pelea pequeña y sin importancia no le vendría mal; pero estaba condenado ha permanecer en aquel zoo. 
Pero un día decidió cambiar su destino de permanecer allí encerrado, sin espacio para moverse: mientras los presentes le miraban, él dió un pequeño pero fuerte empujón al cristal, que no estaba acostumbrado a aquellos golpes y se rajó por completo. Mince salió rápidamente, entre los gritos de los presentes.Llegó a las alcantarillas y se metió en una. Cayó en las aguas residuales salpicando mucho. Mince estaba muy contento. Tenía un plan: nadaría hasta Nueva York, pasaría a visitar a sus primos albinos y luego continuaría hasta el puerto para embarcarse hasta el Amazonas.
Nadó durante lo que le pareció una eternidad, durante varios días y noches. Estaba a punto de llegar cuando se encontró con una enorme roca que tapaba su camino a la libertad. Raspó un poco con la garra. Un pedacito se desmenuzó en su pata. Asombrado por su nueva fuerza, dio un gran golpe con la cola, igual que había hecho en el zoo. La mitad de la roca se convirtió en polvo. Con unos cuantos golpes más logró destrozar la piedra. Detrás de ella se encontró con dos cocodrilos blancos que le miraban enfadados.
 
- ¡¡¡NOS HAS ROTO LA PUERTA!!! ¿¿¡¡No podías llamar!!??
- Perdonad, yo solo quería…. Yo necesitaba…
- Oye, tú… ¿Primo Mince?
- ¡¡Hola!! ¿Primo David? ¿Prima Emma?
- Pasa, pasa, no te quedes fuera.
 
Dentro de la casa de sus primos, donde también estaban sus tíos Arthur y Jessica, Mince les contó toda su historia. Cuando acabó, Emma le dijo:
-Lo has pasado muy mal. ¡¡Te perdonamos lo de la puerta!!
-Es verdad. Mince, ¿te apetece quedarte con nosotros una temporada? Estábamos planeando un viaje al Amazonas.
- ¡¡Genial!! Precisamente quería establecerme allí, y me gustaría pasar un tiempo con vosotros.
- Vale, nos iremos la semana que viene.
 
La semana transcurrió bien, y Mince conoció mejor a sus primos y tíos, le enseñaron los mejores lugares para cazar, los atajos más útiles de la red de alcantarillados, etc...
 
El día de partida, Mince siguió a sus familiares a través del agua sucia, mientras su tío Arthur les explicaba el plan de viaje:
 
- Soy amigo de la iguana de un capitán de un barco que transporta animales. Nos ha conseguido un pase backstage para las bodegas del barco. Un lugar tranquilo y seguro en el que estaremos hasta que lleguemos al Amazonas. Ella nos proporcionará la comida.
- ¿Pero no sospechará nada el capitán?
- Le encantan los animales, y no le importarán más cocodrilos a bordo.
- ¿Pero esque hay más cocodrilos a bordo?
- Por supuesto. Cada día transporta unos diez hasta el Amazonas.
El viaje transcurrió tranquilamente por el Océano Pacífico. La iguana, llamada Jenny, les bajaba comida todos los días, y los cocodrilos se habían encariñado con ella. Después de todo, también eran parientes.  Pronto se hicieron amigos de los tres cocodrilos de Río de Janeiro que estaban alojados al lado. Eran una familia compuesta por Fernando, el padre; Rita, la madre; y José, el hijo de ambos.Ellos también estaban de vacaciones. Pasaban a cenar de unas bodegas a otras, y en esas cenas se contaban historias y noticias que habían oído. Un día, Fernando llevó a la bodega de la familia de Mince un recorte de periódico. Dicho recorte hablaba sobre la fuga de un animal en el zoo de Hoboken. El animal era... ¡UN COCODRILO! Fernando comentó:
- Tengo la sensación de haberlo visto, pero no recuerdo donde.
- Igual que viste a Michael Jackson, a Julia Roberts, a Penélope Cruz...
- José tiene razón, cariño, siempre dices que reconoces a todo el mundo.
 
Mince interrumpió:
-Pero no es nada malo que se haya escapado, ¿no?
-Por supuesto que no. Me alegro mucho por ese chaval.
-Yo también. Le conozco muy bien. Soy yo.
 
Asombrados, empezaron a felicitarle y a preguntarle cosas. Con calma, Mince y los suyos lo explicaron todo.
 
El viaje se les hizo muy corto, ya que estuvieron hablando de la fuga de Mince y de otros acontecimientos que leían del periódico. Cuando llegaron a su destino, los ocho cocodrilos se quedaron si habla. El paisaje que allí veían era magnífico. A su lado, sus casas eran como una cárcel. Aquí, en el Amazonas, todo era naturaleza, y los cocodrilos aún estaban con las bocas abiertas cuando el capitán les dijo que ya podían vajar del barco. Fue entonces cuando reaccionaron. Como los humanos no les entendían, se despidieron de todos los animal es del barco, y en especial de Jenny, que les había ayudado a subir al barco.
 
A partir de ese momento, cada familia se estableció en una parte del Amazonas, donde conocieron más cocodrilos.
Pasaron varios años muy tranquilos en la selva. Jenny, la iguana, fue a vivir con Mince, porque el capitán del barco había descubierto que con el trafico ilegal de animales se ganaba más dinero que transportándolos.
 
Un tiempo después, los cocodrilos se dieron cuenta de que estaban talando los árboles del Amazonas. Jenny y Mince intentaron de todas las formas que se les ocurrían  salvar el Amazonas, pero no había manera. Los dos fueron a un lugar tranquilo, sin el ruido de la motosierras, para pensar en como solucionar aquel problema. Estuvieron pensando varias horas y por fin se les ocurrió algo. Esta fue la idea que tuvieron: encorrer a las personas que talaban los árboles hasta una trampa que ellos mismos habían construido.
La trampa estaba hecha de hojas y ramas. Era un agujero muy profundo, cubierto de ramas y hojas. Les harían correr hasta la trampa y... ¡caerían en ella! Y después les obligarían a que se fueran o si no...se los comerían. Se acercaron lentamente al lugar donde iban a empezar a talar. Salieron de la maleza y se abalanzaron contra lo obreros. Ellos salieron corriendo hacia su barco, y nunca más volvieron a verse humanos por el Amazonas. Mince y su familia vivieron tranquilos y felices toda su vida.
 
                                                                       FIN